Rishi Sunak promete “corregir los errores” de su predecesora Truss

Internacional

En su primer discurso como jefe del Gobierno británico, a las puertas de Downing Street, el líder conservador anuncia a la ciudadanía que deberá tomar “decisiones difíciles” para recuperar la estabilidad económica.

Minutos antes del mediodía de este martes (ya una de la tarde, en el horario peninsular español), el nuevo primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, recién llegado de su encuentro con el rey Carlos III en el palacio de Buckingham, esbozaba en la puerta de Downing Street las primeras urgencias de su estrenado Gobierno. “Liz Truss quería mejorar el crecimiento económico de este país. Un objetivo noble. Admiro su tenacidad para provocar un cambio. Pero se cometieron errores”, ha dicho Sunak. “No fueron fruto de la mala voluntad, pero fueron errores. Y sé que he sido elegido líder de mi partido y vuestro primer ministro, en parte, para corregir esos errores, de modo inmediato”, ha añadido.

Su primer discurso, antes incluso de poner en marcha un nuevo equipo, de nombrar los ministros de su Ejecutivo, ha tenido mayor solidez y firmeza que las frías palabras que dirigió a la ciudadanía el lunes, poco después de saber que había conquistado el liderazgo de los conservadores. Sunak ha prometido que colocará la estabilidad económica en el corazón de la agenda política del país. Para eso, sin embargo, ha advertido a los ciudadanos de que “llegarán decisiones difíciles”. Como argumento, ha enumerado esas dificultades presentes en el panorama internacional: “Ahora mismo nuestro país se enfrenta a una profunda crisis económica, las postrimerías de la covid siguen ahí y también la guerra de Putin en Ucrania. Todo esto ha desestabilizado el mercado energético y las cadenas de suministro en todo el mundo”.

El próximo lunes, Jeremy Hunt, a quien Sunak ha decidido este mismo martes retener como ministro de Economía, prevé presentar un nuevo plan de medidas fiscales para calmar a unos mercados y a unos inversores que siguen contemplando con inquietud la deriva del Reino Unido. Hunt tumbó la mayor parte de la rebaja de impuestos que había intentado aprobar Truss, pero sigue habiendo un considerable agujero en la deuda pública del país ―provocado en gran parte por el plan de ayudas directas a hogares y empresas para hacer frente a la crisis energética―, y los analistas prevén que el anuncio de Hunt, que ahora también pertenecerá a Sunak, supondrá la subida de algunos impuestos y recortes añadidos del gasto público.

“Pero ya me visteis actuar durante la pandemia, e hice todo lo que pude para proteger a los ciudadanos y a las empresas”, ha argumentado Sunak, ministro de Economía de Boris Johnson durante la crisis del coronavirus, intentando suavizar su discurso. “Aportaré esa misma compasión a la respuesta frente a los actuales desafíos. El Gobierno que voy a liderar no dejará a la siguiente generación, a vuestros hijos y nietos, con una deuda que nosotros, por nuestra debilidad, hayamos sido incapaces de pagar”, añadía. La razón central de su vuelta, y de la confianza que ha logrado despertar durante sus primeras horas al mando, tiene mucho que ver con un discurso de responsabilidad fiscal y presupuestaria que pretende reparar la reputación de los conservadores como buenos gestores de las cuentas públicas, una reputación arruinada durante las seis semanas del Gobierno de Liz Truss.

Reivindicación de legitimidad

Sunak sabe que su llegada a Downing Street se enfrenta a una doble crítica. Muchos ciudadanos, y la oposición laborista, reclaman un adelanto electoral y niegan legitimidad o mandato al tercer primer ministro conservador en apenas cuatro meses. Y los tories más críticos han recordado estos días que la victoria electoral de 2019 correspondió realmente a Boris Johnson. “Sé que Boris Johnson estaría de acuerdo conmigo. El mandato que mi partido obtuvo en 2019 no es propiedad exclusiva de un solo individuo. Es un mandato que nos une, y que nos pertenece a todos. Y el corazón de ese mandato es el programa electoral, cuyas promesas cumpliré”, intentaba dejar claro Sunak.

Pero ese programa prometía casi el paraíso en la tierra. Mejoras en el Servicio Nacional de Salud. Más colegios. Más carreteras. Más infraestructuras. Una nivelación económica de todos los territorios del Reino Unido. Y se escribió en un momento muy diferente al actual, sin una inflación galopante, unos tipos de interés cada vez más altos, la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania y la crisis de suministro provocada por una salida acelerada de dos años de pandemia.

Poco después de que Sunak pronunciara su discurso, Johnson, que había permanecido callado después de admitir, a última hora del domingo, que no contaba con los apoyos que creía y que se retiraba de la competición, se pronunciaba en Twitter: “Felicidades a Rishi Sunak en este día histórico. Es el momento de que todos los conservadores demos un apoyo pleno y sincero al nuevo primer ministro”, ha escrito.

Otro abrazo al Brexit

“Construiremos una economía que abrace las oportunidades que ofrece el Brexit”, ha prometido un nuevo primer ministro que apoyó la salida del Reino Unido de la UE desde la primera hora, e hizo campaña a favor del divorcio en el referéndum de 2016. En gran parte, esa ha sido la razón por la que muchos pesos pesados del euroescepticismo conservador se decidieron finalmente a respaldar la candidatura de Sunak.

“No tengo miedo. Conozco el puesto al que llego, y confío en estar a la altura de las exigencias. Cuando aparece la oportunidad del servicio público, no puedes cuestionar el momento, tan solo tu propia voluntad”, ha rematado el nuevo primer ministro, descartado prácticamente para la vida pública hace apenas dos meses, cuando fue derrotado por Truss en las primarias para sustituir a Johnson. La resurrección de Sunak ha sido la elección de muchos diputados conservadores, con la esperanza de resucitar con él también a un partido en horas bajas y a un país observado con incredulidad y preocupación por el resto del mundo.

La despedida de Truss

Apenas dos horas antes que Sunak, su predecesora usaba el mismo atril ante Downing Street para despedirse de los ciudadanos. E intentaba reivindicar los logros que, según ella, alcanzó su breve Gobierno: la suave transición de Isabel II a Carlos III, al fallecer la monarca dos días después de que Truss llegara al cargo; la rebaja de las cuotas de la Seguridad Social, que aumentó el anterior Ejecutivo de Boris Johnson, del que ella formaba parte; o el paquete de ayudas directas a familias y empresas para hacer frente a la factura del gas y de la electricidad, que prometió por un periodo de dos años, antes de rebajarlo a seis meses en la enésima rectificación de sus políticas que los mercados la obligaron a realizar.

Truss ha querido defender, en su retirada, la ideología neoliberal que intentó impulsar abruptamente al alcanzar el poder, y que acabó siendo el motivo de su caída. “Como dijo el filósofo de la antigua Roma Séneca, que no lo intentemos no obedece a que las cosas sean difíciles. Las cosas son difíciles porque no lo intentamos”, ha dicho, para seguir justificando la necesidad de bajar los impuestos. Sus últimas palabras, antes de dirigirse al palacio de Buckingham para presentar al rey su dimisión, han sido también para defender “las libertades recuperadas con el Brexit” y recomendar a su sucesor, Rishi Sunak, al que ha prometido su apoyo, que las aproveche. Aquel fue el primero de sus ya legendarios golpes de timón. La joven que comenzó siendo una liberaldemócrata antimonárquica, y que hizo campaña más tarde, en 2016, a favor de la permanencia del Reino Unido en la UE, acabó siendo la campeona de los euroescépticos conservadores, aunque ni siquiera eso la salvó en los últimos días de su malogrado Gobierno.

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