Suella Braverman era la candidata favorita de los euroescépticos. La primera ministra asegura que “es una luchadora, no alguien que se rinde”, pero tiene en su contra a una mayoría de diputados conservadores.
El Gobierno de Liz Truss se descompone a marchas forzadas. La ministra del Interior, Suella Braverman, la candidata favorita del ala dura y euroescéptica del partido durante las pasadas primarias, ha presentado su dimisión este miércoles por la tarde.
Se lo ha dicho cara a cara a la primera ministra, después de una tormentosa sesión de control en la Cámara de los Comunes en la que Truss ha asegurado que “era una luchadora y no una persona que se rinde”. La situación de la primera ministra resulta cada vez más insostenible.
Las sospechas de que el día, una vez más, se estaba complicando para Truss han surgido cuando Downing Street ha cancelado, con apenas una hora de preaviso, una visita que la primera ministra tenía prevista realizar a una empesa de productos electrónicos, donde iba además a atender a los medios de comunicación.
Braverman, que respaldó a Truss durante las primarias, una vez que ella fue eliminada, y la defendió cuando comenzaron a surgir los primeros conatos de rebeldía en el partido, ha explicado en su carta de dimisión que abandona el Gobierno por un error propio en materia de seguridad. “Hoy he mandado un documento oficial desde mi correo personal a un colega diputado de confianza, con el propósito de recabar apoyo para la política de inmigración del Gobierno (…) Tan pronto como me di cuenta del error, lo comuniqué a través de los canales oficiales (…) Como ministra del Interior, debo responder a los mayores niveles de exigencia éticos, y lo correcto es dimitir”, ha escrito Braverman.
Sin embargo, su explicación suena más a excusa que a otra cosa, porque en el mismo texto dejaba claro que “le preocupa la deriva del actual Gobierno. No solamente hemos incumplido compromisos con nuestros votantes, sino que tengo serias dudas de la voluntad de este Ejecutivo de cumplir con nuestro programa electroral, como la reducción del número de inmigrantes, y la eliminación de la inmigración ilegal”. En las últimas semanas, enterrada bajo el descomunal revuelo creado por la fallida rebaja de impuestos de Truss, se había producido una tensión creciente entre la jefa del Gobierno y su responsable del Interior respecto a la promesa electoral de 2019 de reducir la cifra de inmigrantes y actuar con dureza frente a los intentos de entrar al país a través del canal de la Mancha. Durante el mandato de Boris Johnson, la ministra Priti Patel endureció notablemente las leyes migratorias del país, e incluso impulsó, en contra de los tribunales británicos, la política de deportaciones al país africano de Ruanda, que provocó duras críticas por parte de organizaciones humanitarias, la Iglesia anglicana e incluso el entonces príncipe de Gales y hoy rey, Carlos III. Braverman llegaba al puesto con la intención de preservar, e incluso incrementar, esa dureza. Pero la propia Truss acariciaba la idea, reportada por algunos medios, de abrir el grifo y ampliar la cuota de inmigrantes para ayudar a impulsar el crecimiento de la economía.
Truss ha reemplazado de inmediato a Braverman con el exministro Grant Shapps, precisamente uno de los primeros en organizar la rebelión contra la primera ministra en cuanto anunció la rebaja de impuestos y trasladó el pánico a los mercados. La jugada, interpretan muchos críticos, habría servido a la primera ministra para incorporar al Gobierno -ya empezó a hacerlo con el nuevo ministro de Economía, Jeremy Hunt- a los moderados y críticos del partido, para estabilizar su propia situación. Resultará complicado, sin embargo, porque la salida de Braverman supone que comience a organizarse una nueva conjura contra Truss precisamente en el ala más radical del Partido Conservador, la única que todavía expresaba un tímido apoyo a su continuidad en Downing Street.