Mientras debate hacia sus adentros qué camino tomará su vida, Teófilo ya no puede llorar. Su rostro refleja una profunda tristeza. Han pasado 17 días desde que supo por última vez de sus hijos Yovani, de 16, y Jair Valencia Olivares, de 20 años, quienes murieron en San Antonio, Texas, encerrados en un camión cuando cruzaban la frontera.
Ahora, contempló el regreso de ambos, pero no de la manera en que habría querido; sus hijos vuelven en ataúdes.
“Voy a tratar de salir adelante con la ayuda de Dios porque solo no voy a poder. Eso espero, porque con todo este sufrimiento no sabe uno qué rumbo tomar, si del bien o del mal, por lo que me acaba de pasar con mis hijos”, señala.
En el pueblo de San Marcos Atexquilapan los vecinos están rezando, pero la familia Olivares Valencia sufre por la muerte de los jovenes que partieron el pasado 21 de junio, ansiosos por llegar a Estados Unidos con la finalidad de trabajar y ahorrar para tener un carro y una casa propia.
Ahora su padre, Teófilo, piensa incluso en la posibilidad de cerrar el taller familiar de calzado que tenían, pues no sabe si podrá con los recuerdos.
PUEBLO UNIDO
Desde la tarde del jueves 13 de julio, en San Marcos Atexquilapan esperaban el arribo de los hermanos y de su primo Misael Olivares, también de 16 años, que partieron alentados por las historias de éxito de otros vecinos que ya viven el sueño americano.
En el lugar, hay una carpa donde las mujeres preparan tamales y hacen atole para pasar la noche. Ahí, Teófilo dice tener emociones encontradas por este día.
“Los cuerpos de mis hijos ya van a regresar. Estoy triste, pero a la vez contento porque ellos ya van a llegar por fin a casa para darles cristiana sepultura.
“No es la manera que esperaba yo que regresaran, pero, pues lamentablemente el destino así fue, por eso estoy a la vez triste y a la vez contento porque mis hijos ya van a descansar”, relata.
El hombre, de oficio zapatero, dice pasar junto a su esposa Yolanda Valencia uno de los episodios más complejos de sus vidas.
Apenas el 30 de junio, tres días después de la tragedia, el pueblo se juntó para llevar a cabo un rezo y pedir por la vida de los jóvenes, de quienes hasta ese momento se ignoraba su paradero, ya que los últimos mensajes llegaron el día del hallazgo del tráiler.
“Pa’ ahora si ya nos vamos para San Antonio”, escribió Yovani a Teófilo al filo de las 11:16 de la mañana.
Su hermano Jair también se puso en contacto a las 11:46: “Si gracias, pues SII le vamos a hechar con todo para ya estar aya con los demás chikillos, ya para porse a trabajar y pagar todo y ya ASER lo q mas se pueda, pero pues aquí le hechamos ganas (Sic)”.
Pero ese mismo 30 de junio, los familiares recibieron los primeros indicios de que sus hijos podrían estar entre los fallecidos, lo que terminó de confirmarse en las horas siguientes.
El hombre revela que acudieron a reconocer los cuerpos y se llevaron «la peor noticia» de sus vidas al confirmar que se trataba de los jóvenes, que como el grueso de los pobladores San Marcos, no tenían mayores posibilidades en el pueblo que seguir los pasos de los padres y abuelos y hacer zapatos, narró.
Los tres soñaron que podrían lograr más y por ello partieron a hacer realidad el sueño americano.
“Lamentablemente eran ellos. Es muy triste la verdad. Fuimos a Relaciones Exteriores y ahí nos dieron la noticia y pues es algo muy triste”, reitera.
Por ello, el hombre refiere que es posible que cierre el taller familiar donde hay vastos recuerdos, ahora dolorosos, con sus hijos.
“A ellos les enseñé igual a hacer zapatos”, recuerda.