Boris Johnson ha tirado la toalla. A las 12 y media del mediodía de este jueves (una y media, horario peninsular español), el primer ministro británico ha comparecido a la puerta del número 10 de Downing Street para anunciar su dimisión. Un puñado de funcionarios, y varias decenas de diputados conservadores, lo rodeaban en silencio.
“Ya está claro que la voluntad del grupo parlamentario conservador es que haya un nuevo líder en el partido y un nuevo primer ministro”, ha dicho Johnson. “Si hasta ahora no he querido abandonar, ha sido porque consideraba mi deber cumplir con el mandato electoral de 2019, la mayor victoria conservadora desde 1987″, ha recordado, para dar las gracias a continuación, y especialmente, a los votantes laboristas que le dieron entonces su apoyo.
“Amigos míos, en política nadie es imprescindible”, se despedía Johnson en un tono en el que se apreciaba la amarga derrota sufrida por el político conservador más popular y carismático de las últimas décadas. Había sido el “espíritu de rebaño” de los diputados conservadores, apuntaban, lo que había acabado derrotándolo: “Como hemos visto en Westminster [sede del Parlamento], el instinto de rebaño es poderoso, y cuando el rebaño se mueve, se mueve”, ha denunciado.
El primer ministro, que horas antes estaba decidido a permanecer en el cargo y desafiar al Partido Conservador, no ha podido resistir la presión. Johnson, de 58 años, presentaba su renuncia ante la reina Isabel II, acosado por la mala gestión de varios escándalos en las filas de su partido, en los que él mismo se ha visto involucrado.
Las útimas horas en Downing Street las ha dedicado a nombrar nuevos ministros, para que el Gobierno en funciones pueda operar de modo apropiado hasta que los conservadores elijan un nuevo líder. “Habrá un nuevo Gabinete al servicio de los británicos, y yo mismo estaré al frente hasta que el Partido Conservador elija un nuevo líder”, ha dicho Johnson.
La idea de que el todavía primer ministro pueda mantener las riendas del país durante largo tiempo ha desatado las alarmas en el partido. Johnson habría sugerido su intención de permanecer en Downing Street hasta el congreso de otoño de los conservadores, cuando se elegiría un nuevo líder. Las soluciones que comienzan a barajarse sugieren más bien que se acelerará el proceso de primarias, o incluso que se convencerá al primer ministro para que se retire y sea otro ―por ejemplo, el viceprimer ministro, Dominic Raab― quien pilote la nave de modo interino.
Theresa May dimitió el 24 de mayo, después del batacazo del Partido Conservador en las elecciones al Parlamento Europeo (quinta posición, con un 9%), pero aguantó dos meses como primera ministra interina hasta que Johnson venció en las primarias. El talante de May, sin embargo, no despertaba recelos, ni nadie fue capaz de ver en su permanencia temporal en Downing Street el riesgo que sí ven con el actual primer ministro.
El líder de la oposición laborista, Keir Starmer, ya ha anunciado la intención de su partido de presentar una moción de censura (moción de confianza, en la terminología parlamentaria británica) para echar a Johnson, en el caso de que los conservadores le permitan mantenerse como primer ministro hasta el otoño. “Boris Johnson no está capacitado para gobernar, y debe irse ya mismo. No puede aferrarse al puesto durante meses”, ha dicho Starmer.
Más de medio centenar de cargos de su Ejecutivo han dejado el puesto en los últimos días como protesta por la actitud del premier británico ante las denuncias de acoso sexual contra un aliado político, el diputado conservador Chris Pincher. Ha sido la gota que ha colmado el vaso de los tories, casi tres años después de que Johnson lograse en las urnas una de las mayores victorias electorales del Partido Conservador.
“El país necesita un Gobierno que sea no solo estable, sino que actúe con dignidad. Primer ministro, usted sabe, en su corazón, qué sería ahora lo correcto, que es irse”, había escrito esta misma mañana a Johnson el recién nombrado ministro de Economía, Nadhim Zahawi. La pirueta de las últimas 48 horas de este político es la clara expresión de la situación que vive Downing Street. El primer ministro acorralado recurrió a él para dar la sensación de que mantenía el control, y enseguida ambos comenzaron a prometer próximas bajadas de impuestos. Horas después, Zahawi se unía a la delegación de ministros que pedía a Johnson que actuara con dignidad y tirara la toalla.